Mi
historia comienza un 23 de Junio de 2016, cerca de la una de la madrugada,
frente a las puertas de Ifema. Acababa de disfrutar de un gran evento de e –
sports, y tras 4 horas de emoción salí entusiasmado, y un poco nervioso debo
reconocer, a echar el cigarro que llevaba rondando mi cabeza durante toda la
segunda mitad de las finales. Fue allí donde coincidí con Future, enfundado en
una chaqueta llamativa de aquellas que solo puede vestir la gente muy segura de
sí misma; me acerqué a él con mi mejor sonrisa, e intentando caer simpático, me
dispuse a bromear para poder alardear con mis amigos de que había estado
charlando con uno de los casters del
evento.
- ¿Eres
Future, verdad? – Dije alegremente, mientras me acercaba.
- Sí
– respondió, con tono fatigado, aunque intentando ser amable -, ¿has disfrutado
de las partidas?
- La
verdad es que sí… – la sonrisa no me cabía en la boca – pero llevo toda la
tarde preguntándome una cosa; verás… teníais una mesa muy grande, ¿por qué te
has puesto el mantel encima?
Con
un guiño de complicidad acaricié su chaqueta, y fue la última vez que guiñé ese
ojo. El golpe resonó por mi cabeza como si el mismísimo Zeus me hubiera
maldecido, atronando sus poderosos rayos sobre mis sienes, al tiempo que sentía
como mis pies dejaban de tocar el suelo para apoyarse sobre la inestable bruma
de la inconsciencia.
Al
despertar el mar acariciaba mis oídos con un susurro de advertencia; recuperé
el sentido precisamente mientras un par de tipos extraños se aproximaban hacia
mí con el inconfundible rostro del hambre. El temor me invadió por completo, de
forma que tal vez por eso no reparé en sus extrañas ropas, ni en el cielo
despejado y al mismo tiempo turbio. Los minutos que siguieron al encuentro
fueron tan humillantes que me ahorraré los detalles, digamos que tardé poco en
encontrarme amablemente desprendido de mis pocas pertenencias, que les
resultaron muy exóticas; un par de dientes, por pura diversión; y recompensado
con un penetrante perfume a orín cortesía de mis anfitriones. Después de un
baño que no fue del todo placentero en el viscoso mar que me acompañaba, un
vistazo al paisaje que me rodeaba y una profunda
reflexión acerca de las ropas y las gentes que transcurrían a mi alrededor,
llegué a una conclusión tan extraña como irrefutable: Future me había mandado a
Aguas Estancadas de una ostia.
Como
es evidente, mi primera reacción fue pensar que estaba alucinando, o
inconsciente en alguna acogedora sala de hospital. Así que esperé, sentado
sobre las maderas de un malecón carcomido cuyas astillas aún puedo sentir
royendo mi trasero mientras escribo estas líneas. Me pellizqué los brazos
repetidamente, me abofeteé desesperado… hasta que ocurrió algo que me convenció
de lo real de mi situación. La gente sueña con cosas maravillosas, o
aterradoras, y las alucinaciones son un terreno aún desconocido para los
profesionales, más aún para un tipo como yo… pero los retortijones los conozco
bien. Necesitaba urgentemente un lavabo, y pocas cosas son tan reales y
definitorias de la naturaleza física humana, como la necesidad de ir al baño.
Así que abandoné aquellas maderas húmedas, y fingiendo valor con tanta maestría
como si estuviera escribiendo en Twitter, puse mi mejor cara y caminé entre
aquellos individuos en busca de una taberna. No tardé demasiado en encontrar
una, y nadie se interpuso en mi camino, tal vez por la imagen tan lamentable
que proyectaba.
Entré
casi corriendo a las letrinas y por primera vez, durante unos minutos, me sentí
en casa. El hogar de un hombre se encuentra donde reposa su intestino. La
sensación duró poco, debí parecer un imbécil buscando el papel higiénico… pero
el agua purifica. Al salir de las letrinas observé el lugar con otros ojos; no
podía llamar a un taxi e irme a otro sitio, así que pensé que lo mejor era
adaptarse, e intentar no llamar la atención. Me apoyé de espaldas a la barra y
repasé el sitio, mientras valoraba mis opciones,
si es que tenía alguna. Y entonces lo vi. Dos mesas más allá de donde
me encontraba, un tipo de cara afable pero apariencia ruda, con la piel tatuada
y el pelo tímido, se levantó de su silla con la jarra vacía y gritó a pleno
pulmón:
- Lo
he dicho miles de veces: “El Barón Nashor pierde más partidas de las que gana”.
Esta lucha eterna por el dominio de La Grieta no tiene sentido… me voy;
perseguiré leyendas, cabalgaré sueños y miraré a los ojos a los dioses.
Encontraré La Convergencia. ¿Quién se
apunta?
Yo
estaba solo, en un lugar desconocido. ¿Qué podía perder?
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